miércoles, 1 de abril de 2009

Ella, ella.

Allí estaba, era ella. Era ella.

No me reconoció al cruzar la pasarela improvisada que le habían concedido los taburetes del bar, y así pude observarla un rato.

Se sentó tranquila, parecía que no le daba miedo haber llegado sola. Yo esperaba esa actitud y eso me hundió más. Quizá estaba acostumbrada, tal vez ese tipo de encuentros fuesen habituales en su misteriosa vida, que tanto me atraía hasta engancharme y hacerme despreciarlo todo.



Y allí estaban sus manos huesudas y blancas, vestidas con esos anillos antiguos que tal vez eran regalos. Y sus manos sostenían la carta de los cafés que le tapaba la cara, y me fijé en su falda larga morada y en su forma de mover los pies. Estaban quietos y juntos y vestían unos zapatos negros con un lacito como los de mi madre en su juventud en el pueblo, o eso me imaginé yo.



Detrás de la carta de los cafés estaban sus ojos pálidos y azules. Esos ojos no existen en este país. El azul de sus ojos no es un azul aproximado, no es el adjetivo cedido a cualquier color índigo o llamativamente claro..

Encima estarían sus cejas castañas y amplias, inusuales y discretas, que delataban que se había oscurecido el pelo, que aquél día estaba resignado a permanecer escondido detrás de la cara, en un recogido eminente.

La gente la miraba y temía que alguien la reconociese, o tal vez lo deseaba, así se quedaría más tiempo.



Bajó la carta de los cafés cuando el camarero se acercó a ella. Mientras bajaba la carta ya estaba sonriendo. Pidió algo.



El tiempo estaba pasando, ya era tarde. Decidí que me iba a acercar a ella y aquéllo sería sólo lo rigurosamente tenso. Me lo pensé unas veces más, y no pude. Era ella, ella, y estaba ahí. Y yo era yo, irremediablemente, y seguiría siendo yo cuando me acercase a hablarle.



Se fue un rato después de acabarse el café. Atravesó de nuevo la pasarela con su sublime figura y su infragmentable entereza y el bar se quedó solo, en un murmullo multitudinario de protesta impotente.

5 comentarios:

  1. Helena... creo que se te ha pegado algo de Cortázar ..., sin duda este es uno más de esos relatillos que no tienen argumento fijo, ni acción explícita, simplemente "muestra el comportamiento de gente ante determinadas circunstancias". Prometo leer esta noche algo de ese libro ajado con una sospechosa mancha naraja en la portada, ese mismo que te robé de forma consentida cuando lo dejaste a propósito en mi bolso, ése mismo que parece ser un consuelo para ti, y que me dice que puede hacer que te conozca mejor. Creo... que voy a seguir con mi blog ummm, meteré algo de arte, algo de paranoias mías, algo de relatos de comportamientos de personas ante determinadas situaciones, algo así. Un beso.

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  2. me encantas ya lo sabes tienes un talento especial....

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  3. un punto de apoyo y si eso un gran besito en la nariz a aquella persona que te llama Helena, con H.

    Supongo que todo lo que yo pueda decir quedará enterrado en tus párpados pues parece ser que no quieres escucharme, en cuanto a lo de tu cuerpo y tu cabeza, yatusabes.

    eres una petarda, una artista petarda, yo solo una artista con muchas suspensas.

    eso de ahi arriba a sido flipante.

    me siento orgullosa de poder mirarte.

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  4. Me lo lei en su dia, y TENIA que volver a hacerlo.
    ... tu incansable y curiosa mirada a personas que con o sin motivo te resultan atrayentes.

    No deberías quedarte parada en donde estes, porque el mundo perderia a demasiada gran persona.

    Ah! y no me gusta despedirme de ti, aun teniendo en cuenta que es un hasta pronto.

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  5. Estoy llorando. Es impotentemente triste leer esas cosas sentada enfrente de mi (es decir, de cualquier) ordenador.

    La habitación es tan imparcial...

    aun asi: :)


    Gracias..

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